Apartamentos Acapulco: entretiempo en Sevilla
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En Sevilla la primavera siempre está llegando. Y los naranjos, siempre a punto de florecer. La ciudad, por mérito propio, ya no atiende a divisiones estacionales. Así y con razón, en la frontera entre febrero y marzo, cualquier intento de categorizar lo que sucede a orillas del Guadalquivir es en vano.
En esas, con la luz anaranjada que lo inunda todo cuando anochece, llegaron a la Alameda de Hércules Apartamentos Acapulco. La banda granadina, representante aventajado de la nueva explosión creativa nacida a la vera de Los Planetas, no pudieron llegar en mejor momento.
Si el periodismo y el público a menudo se enzarzan en discusiones sin fin en torno a las etiquetas con las que encajonar a cada banda, con Apartamentos Acapulco el debate es fútil. No tanto por el sonido global que transmiten, sino por la peculiarísima e inteligente construcción de sus temas.
Su torrente musical se presenta como la marea ante la playa. Sigiloso y amorfo de manera deliberada, acaba por hacerse con el control de la costa tras sucesivos envites de fuerza y periodicidad discontinua.
Las canciones no tardan en cobrar vida propia; a veces extendiéndose sin previo aviso, en otras ocasiones transformando su estructura sobre la marcha. Su cadencia es impredecible, siendo quizás el in crescendo el rasgo al que están dando rango de marca personal.
En Sevilla el tiempo siempre pasa demasiado rápido. El concierto de los granadinos no pudo escapar de esta constante, quizás obligada por el influjo magnético de la ciudad. En cualquier caso, el show permitió presentar el nuevo disco de la formación -El Resto del Mundo- sin olvidar los temas que emplearon como plataforma de despegue hace apenas cuatro años.
Estrella de los Mares, Regional Preferente o Camino de Ronda son hits instantáneos que vienen a redondear una puesta en escena donde, ya con rotundidad, los acordes de Scarlett o Romance de Verano pueden disfrutarse con tranquilidad al saberse bien acompañados.
Ahí radica la esencia de Apartamentos Acapulco. Su música no necesita de pautas preestablecidas ni de hojas de instrucciones. Basta con dejarse llevar. La fuerza de la marea hará el resto.
