Derribando fronteras
Desde su reconstrucción, el estadio de San Mamés ha perdido su añeja singularidad pero ha ganado espectacularidad. Ahora, las fotografías panorámicas cumplen con lo que el deporte profesional exige en el siglo XXI.
No es algo malo. Ya habrá tiempo para que los fabricantes de relato envuelvan de mística el nuevo campo a golpe de columnas de opinión. Mientras tanto, importa que las butacas rojas no se queden vacías y que sucedan cosas sobre el césped.
Una de las grandes novedades que esta época nos ha regalado, más allá de lo cómodo que es ver fútbol en los nuevos estadios, radica en que el aficionado también quiere sufrir y disfrutar con jugadoras profesionales en el verde. Y si la acción sucede en campos como San Mamés, Anoeta o el Benito Villamarín, mejor.
La cálida sensación de pertenencia a algo vivo y en crecimiento es innata al ser humano. Si el fútbol masculino ejemplificó desde el principio esa fuerza de atracción, todo apunta a que su versión femenina está en posición para subirse a la ola.
Los aficionados que acudieron a San Mamés para presenciar la eliminatoria de Copa de la Reina entre Athletic y Atlético de Madrid vinieron a confirmar una tendencia ya telegrafiada. Sin embargo, aportaron algo más: el número, la cifra, el récord.
48.121 personas.
El simbolismo de romper una frontera, de rebasar una marca y de preguntarse inmediatamente por la siguiente meta forma parte del éxito del deporte moderno. Va con nosotros y con nuestra naturaleza. Y, desde ayer, va también con el fútbol femenino en España.