En la trinchera
Tiesj Benoot (Gante, 1994) llegó a la preciosa Piazza del Campo de Siena tras recorrer en bicicleta 184 kilómetros alrededor de la Toscana. Un plan fantástico para una mañana de sábado en Italia… si dejamos de lado el contexto.
Y es que Benoot se presentó en solitario, a lomos de su bicicleta, cubierto de un manto de barro. Las inmediaciones de la ciudad se habían convertido en un lodazal, los 146 compañeros que lo rodeaban se perdieron a su espalda tiempo atrás y al joven belga, experto en agonizar, no le quedó más opción que interpretar su papel.
El del soldado veinteañero que se ve arrastrado al frente de batalla y, sabiéndose sentenciado, decide hacerse fuerte en su tramo de trinchera: el único fragmento de realidad al que agarrarse para seguir respirando.
Las facciones del rostro de Tiesj Benoot nada tienen de millennial. Y, sin embargo, resultan decididamente familiares. Son las mismas que observan congeladas desde las fotografías en blanco y negro tomadas en las trincheras de la vieja Europa.
Miradas gastadas que, como la de Benoot, lo explican todo sin querer decir nada.